¿Quién soy?

lunes, 28 de diciembre de 2015

Ahora que no me ves

Para ti, que desconoces mi existencia, que caminas sin pensar que estoy a tu lado.

Sí, soy la ignorancia más bonita de tu vida. Tú, que probablemente nunca llegues a leer estas líneas; tú que en apenas unas horas me has dado tanta alegría que ni siquiera puedo llegar a imaginarme como serías si supieses quien soy yo.

No preguntes como llegaste, pero aquí estás, aunque tú ni tan siquiera lo pienses. No puedes verme, y no te culpo. Yo tampoco dejo que lo hagas.

Puede que me esté equivocando, pero no tengo otra alternativa. Tú estás allí, y yo aquí. Quizás algún día cambien las cosas, o no. A lo mejor mañana mismo nos cruzamos por la calle y surge aquello que yo estoy deseando. O no. Todo son conjeturas, y no somos nosotros los que tenemos que hacerlas realidad. Creo que es más bonito si se lo dejamos al azar, a esas bonitas casualidades que a veces aparecen en tu vida y lo cambian todo. Le dan tal centrifugado a todo lo que tienes establecido, que ya nada vuelve a ser igual. O puede que jamás volvamos a cruzarnos.
Y eso lleva a dos posibles respuestas:

1. - La típica: No estábamos destinados a estar juntos.
Ya, claro, ¿y cómo puedes estar tan seguro? Odio a la gente que afirma esto. Quien sabe. Si tú, o yo, o los dos hubiésemos cruzado más palabras o simplemente las hubiésemos cambiado, a lo mejor ahora mismo estaba escribiendo esto, contigo a mi lado.
No creas en el destino, no dejes las cosas pasar. Una sola décima de segundo, lo puede cambiar todo.

2. - Perdimos la oportunidad de empezar algo que, quizás, nos hubiese hecho felices, al menos por un tiempo.

Creo que ya has podido comprobar que soy más de la segunda opción. En parte, creo que es una manera de concienciarme de que nada está escrito y de que la suerte, o las casualidades, existen. Una manera de ponerle ''salsa'' a la vida. Y yo sé que tú y yo, seríamos esa salsa. Pero perdimos la oportunidad.

No, no estoy diciendo que no habrá más, pero esta se esfumó.

Y sí, quizás mañana, vuelva a cruzarme en tu camino y todo sea tan bonito que nos escriban hasta un libro. O al contrario. Puede que sea el comienzo más tonto y el menos especial de todos. Pero ya no lo sabremos. Ahora tenemos que esperar a otra casualidad.

Porque tú a mi ahora no me ves. No sabes quien soy, y yo no dejo que lo sepas. Estoy esperando precisamente ese momento, ese momento en el que se te caiga la venda de los ojos y me veas. Y allí estaré yo, o no. No te aseguro nada. La vida continúa, la tierra sigue girando mientras ignora que quizás entre tú y yo, en algún momento de eso que llaman tiempo, haya algo.

Aquí te espero hasta que sea demasiado tarde.

sábado, 26 de diciembre de 2015

Amores... ¿Imposibles?

Hay personas que llegan a tu vida sin que apenas te des cuenta, y que no te abandonan por más errores que cometas. Y esa es Ella. No tengo por qué decir su nombre, ni sus apellidos, porque ya sabe quien es. Hemos compartido tantos y tantos momentos, que me atrevería a decir que en el ochenta por ciento de los buenos recuerdos está presente su pelo rizado. Ella lo odia, pero sin él, no sería la misma, ahí reside su esencia.

Compartimos confidencias, amistades, idas y venidas, y sobretodo, miles de problemas. De todo tipo. Me atrevería a decir que ella es, junto con mi familia, la única persona que lleva doce años a mi lado, sin separarse un instante. Evidentemente todo el mundo tiene sus problemas, pero hemos sabido solucionarlos, y aquí seguimos.

He de aceptar que es la persona que más sabe de mi en este mundo. Probablemente si algún día alguien tiene que escribir algo sobre mi, encontraría más respuestas en ella que en mi misma. No sé como lo hace, pero con una simple mirada, descubre mi estado de ánimo, incluso aunque yo no lo sepa aún. Es como si pudiese entrar en mi cabeza para saber que me pasa a cada instante (prácticamente igual que mi madre). Y sí, reconozco que me da mucho miedo.

Pero... Si esta entrada se titula ''Amores... ¿Imposibles?'', ¿por qué hablo de esta persona?

Ella está enamorada. Sí, con dieciocho años lleva prácticamente toda la vida enamorada de la misma persona. ¿Cómo? No lo sé, pero ahí sigue. Al pie del cañón, día tras día, aunque para él parezca que es invisible.

Yo sé que él no la ve porque tiene miedo a mirar. Estoy segura de que si la viese, sería incapaz de dejarla escapar. Precisamente por eso digo que el mundo está lleno de cobardes que se ponen vendas en los ojos para no ver la realidad. Por más que intenta que él la vea de un modo diferente, cada vez se aleja más, y sé que a ella eso le hace mucho daño, aunque trate de ocultarlo a los demás. Se ríe, y lo toma como un juego, pero es mucho más que eso.

Podría afirmar que es un idiota sin remedio por no saber valorar lo que tiene delante de sus narices, e irse con personas que no merecen (tanto) la pena. Porque ella es especial, si la conocieseis, os daríais cuenta. Es ese tipo de persona que todo el mundo necesita en su vida. Y este hombre la está dejando escapar.

Ahora mismo es cuando debería decir que ojalá estén juntos algún día, y ojalá formen la pareja más bonita del universo, y venga de nuevo a este blog y hable de lo perfecta y maravillosa que es su nueva vida. Y realmente así lo deseo, porque será la felicidad de ella.

Pero si ella encuentra a otra persona con la que realmente es feliz, tengo que aceptar que me alegraría mucho más. Sobretodo, si él por fin se ha quitado esa venda de la que antes hablaba, y por fin logra verla. Porque ahí estaré yo, para recordarle que la perdió por cobarde. Por no querer aceptar que tenía delante de él a alguien que le quería por lo que es, y no por su físico, o por su manera absurda de intentar hacerse el gallito porque cree que así liga más.

No me malinterpretéis, no le deseo ningún mal, pero ojalá se de cuenta de todo lo que vale, y de lo mucho que está perdiendo.

Estamos hablando de muchas cosas: miedo, cobardía, idiotez... Si lo pienso detenidamente, es exactamente lo que define a cualquier chico/a de mi edad en la actualidad.

Él está perdiendo a la que probablemente sería una de sus historias más bonitas, por cobardía. Estoy segura de que ese miedo al famoso ''¿qué dirán?'' es lo que le ata. Vale, sí, quizás, podéis pensar, él no la quiere. Pero os lo aseguro, es impensable el hecho de no quererla. Si la conocieseis, me daríais la razón.

Pero esto no solo le ocurre a él, sino que es tan solo un ejemplo de los miles de adolescentes que pasan por lo mismo. Por este motivo yo me pregunto si de verdad existen los amores imposibles. Porque si todo el mundo se atreviese a ser ellos mismos, si todos cogiésemos ''el toro por los cuernos'' y le dijésemos a esa persona todo lo que de verdad sentimos, no sería imposible. Realmente, no hay nada imposible, ¿no? ¡Por el amor de Dios! ¡Hay huellas en la Luna!

Teniendo esto en cuenta, quiero dirigirme a dos personas. En primer lugar, a ti, que estás leyendo esto:

No te acobardes, aunque pienses que todo está perdido, sigue. Tienes mucho que perder, pero más aún que ganar, te lo prometo. Aunque duela, aunque ya no puedas más, sigue caminando. Y cuando te caigas, levántate. 
Aprende a mirar bien a tu alrededor, no te quedes con el exterior de las personas. Eso solo importa cinco minutos. Vete a esa persona de la que estás enamorado y díselo. No necesariamente tiene que ser de una manera directa, pero no te quedes escondido. Ella no se esconde, él no quiere verla. Quizás tú tengas más suerte, y sí te vea. Si no lo intentas, nunca lo sabrás, ¿quieres quedarte con esa duda? 
¡Adelante, no pierdas tu oportunidad!

El otro mensaje va, como no, para él:

Tú no lo sabes, o no quieres saberlo, pero estás perdiendo una de las mejores oportunidades que te está brindando la vida para ser feliz. 
Mira a tu alrededor y dime si de verdad todo lo que tienes es sincero. Quizás sí, y yo me esté equivocando. Lo único que tengo claro es que ella te quiere. Lo hace de verdad, aunque estas palabras te suenen demasiado fuertes. Sé que asusta, pero te darás cuenta. Y a pesar de lo que he dicho antes, espero que no sea demasiado tarde. Hazte un favor, y quítate esa venda de los ojos. Por tí, y sobretodo, por ella.



miércoles, 2 de septiembre de 2015

¿Llegará? Llegará.

- Estefanía, despierta, ¡rápido!

- Ay mamá - protesté. - ¡Déjame, aún sigo de vacaciones, tengo derecho a seguir durmiendo!

- Ya lo sé hija, pero te están llamando al teléfono de casa. Dice que es una amiga tuya, y que es muy importante que le respondas.

- ¿Pero no te ha dicho quien es?

- Que no pesada. - Respondió harta de mi mal despertar. - Coge el teléfono ahora mismo.


No me podía creer que alguien llamase a las nueve y media de la mañana en un día de vacaciones. ¿Pero era normal? Odiaba levantarme por las mañanas, pero más aún si era tan temprano (sí, para mi, esa hora es realmente temprana en verano). Lo único que esperaba era que no fuese una tontería, porque entonces... Entonces esa persona tendría un problema. ¿Quién me llamaría, y por qué sería tan urgente? En realidad, hacerme esa pregunta era algo inútil. Estaba demasiado adormilada como para poder responder. Y mi desconcierto aumentó aún más cuando vi que no conocía el número que llamaba.


- ¿Quién es? - pregunté desconcertada, y con los ojos entrecerrados a la vez.

- Fany, a ver como te explico esto. No me cogías el móvil, así que he tenido que conseguir tu número de casa. - Dejé a aquella chica continuar su explicación, pero seguía sin saber de quien se trataba. Pronto lo descubriría. - Siento haberte despertado, se como lo odias, pero créeme, merecerá la pena. En menos de una hora, Fany. En menos de una hora, estaré allí contigo.

- Pues muy bien. - Contesté con mi mal carácter característico de por las mañanas. - ¿Y se puede saber quien eres, y por qué me cuentas todo esto?

- Se nota que sigues dormida... ¿De verdad no sabes quien soy?

- No, pe... - Algo dentro de mi se dio cuenta de quien era aquella muchacha que me hablaba con tanta ilusión. Mis ojos se llenaron de lágrimas al instante. - No puede ser...

- Sí, sí puede ser. Salí de mi casa con mi madre a las seis de la mañana. Estamos a menos de una hora. - Me contestó con una carcajada. Estaba segura de que su sonrisa sería inmensa, tan preciosa como siempre.

- Pero...

- Ve a arreglarte, no quiero que llegues tarde. Cuarenta y cinco minutos, ese es el tiempo que tienes. Te espero en la playa. Escalera número trece. A las diez y cuarto.


Y colgó el teléfono. No podía ser real y, sin embargo, estaba completamente segura de que lo era. Le conté rápidamente a mi madre quien me había llamado, aunque no entendió ni una sola palabra. Me metí en la ducha, y en menos de cinco minutos, ya estaba secándome el pelo.

Supongo que os preguntaréis si logré calmarme. No, no lo logré. Vivía en una pequeña nube de la que no quería bajar. No sabía nada. Ni cuanto tiempo estaría, ni si podría enseñarle la ciudad. ¿Cómo iba a saberlo? Fue una llamada tan rápida, tan extraña... Pero me hacía tan feliz, que ni siquiera era capaz de dejar de temblar. ¡Maquillarme fue una completa aventura! Pero lo conseguí, y cuando me vestí con la mejor ropa que tenía, bajé a la calle. No tenía ni idea del tiempo que hacía pero, aún arriesgándome a tener frío (algo muy común aquí, en Asturias), bajé con pantalones cortos.y mi blusa favorita. Si me hubiesen preguntado, no podría describir lo que sentía dentro de mi. Y simplemente, me salió correr. Corrí como nunca lo había hecho. Por primera vez, llegué pronto a mi encuentro con alguien. Mientras tanto, las emociones iban y venían. Parecía que tenía un tornado dentro de mi, que ni siquiera respirar me dejaba.

«¡Por fin! - Pensé. - Se acabó el sufrimiento. Lo conseguimos. Hemos llegado a nuestra meta, a nuestro objetivo. Lo siento distancia, te hemos ganado la batalla.»



- ¡Fany! - escuché que gritaban a mi alrededor.


Miré por todas partes, y entonces... Allí estaba ella. Corriendo hacia mi, rompiendo los últimos metros que nos distanciaban. Los últimos metros que nos dejaban disfrutar de nuestra amistad como nos merecíamos.

- ¡Alicia! - Respondí.
Cuando a penas nos separaba medio metro, cuando ya iba a abrazarla, cuando la iba a tener conmigo después de tanto tiempo deseándolo, desapareció sin dejar rastro.


Y entonces, me desperté. Al segundo, las lágrimas corrían por mis mejillas, sin entender que había pasado. Sin embargo, lo comprendí al instante.


« Todo fue un sueño. - Me dije. - O una gran pesadilla.»

Fue en ese preciso momento, donde me pregunté, secando con el reverso de las mangas de mi camiseta las gotas de agua que salían de mis ojos, si llegaría el momento en el que ese sueño, fuese realidad.




« Llegará. - Respondí. - Costará mucho, y probablemente sufriremos, pero llegará.»






sábado, 11 de julio de 2015

Gracias Capitán.

Cuando hablan del Real Madrid, la primera imagen que se me viene a la cabeza, es la de Iker Casillas. Sus paradas, su llanto, su risa, su celebración... Para mi, él lleva dentro la historia y el sentimiento de este club. Una historia que hoy se separa, y quién sabe si en algún momento volverá a juntarse. Desde pequeña, he crecido con él en la portería, aprendiendo, poco a poco, a querer a este equipo, el club que tantas alegrías y penas me ha dado durante mis años de existencia. Sin embargo, Iker siempre estuvo en la portería, siempre fiel al equipo que también le vio crecer a él, llevando ese escudo en el pecho desde el año 1990. Ese mismo escudo que, a partir de hoy, no volverá a lucir en un terreno de juego, no al menos, en un futuro cercano. 
Jamás llegue a imaginarme este momento. El estar aquí, sentada frente a mi ordenador, escribiendo estas líneas para despedir al mejor portero del mundo, del club de su vida, del club de sus amores, y de mis amores también. Supuse que al final todo terminaría en nada, que seguiría viendo a mi ídolo con los mismos colores hasta el día que decidiese colgar los guantes. Sí, mi ídolo, mi referente. Esa persona que me hizo creer en la magia del fútbol, que me hizo llorar de emoción, que me hizo sentir los colores del Real Madrid y de la Selección española de fútbol. 

Hoy hace cinco años, todos aclamábamos su nombre, y llorábamos al verle levantar la copa del mundo, como capitán de la Selección. Hoy, se va de su club, o quizás no se vaya él, sino que le echan, no lo sé, eso es algo que probablemente nunca sabremos con total seguridad. El caso es que se va, y algunos no supieron valorar lo que era de verdad Iker Casillas. O a lo mejor sí lo supieron valorar, pero ahora opinan diferente, cada uno tiene un parecer diferente, y por tanto, hay que respetarlo. Pero me duele, me duele que mi ídolo se vaya del Madrid siendo, para muchos, sólo un portero más, y no el héroe que fue en muchas ocasiones. El Santo le llamaban, ¿recuerdan? 

Vayas donde vayas Iker, yo te sigo. Yo, y todos los que aún recordamos lo que nos has hecho sentir, y todo lo que, hasta hoy, has dado por el equipo de tu vida, de tus amores. No sé aún como voy a poder mirar hacia la portería blanca, sabiendo que tú ya no volverás a ocupar tu sitio. Ese lugar que lleva tu nombre por derecho, ese derecho que tú mismo te has ganado. Por tu esfuerzo, tu lucha... Por tu pasión por el club. 

Me hiciste llorar como un bebé con cada título que levantaste, con la ansiada Décima, con el Mundial, con las dos Eurocopas... Con tantas y tantas copas que tú levantaste. Sólo tú, el Capitán, mi eterno Capitán. Nos llevaste a lo más alto, y siento de verdad que haya personas que no han sabido agradecértelo como tú, y solo tú te merecías. 

Un gracias se queda corto, pero no encuentro otra palabra que describa mejor el sentimiento que ahora mismo tengo dentro de mi. Un sentimiento de gratitud, tristeza, añoranza y nostalgia es lo que siento. Será duro no tenerte en la portería, y será realmente complicado verte vestir otros colores. Pero ya sea aquí, allí, o en cualquier lugar del universo, aquí tendrás a una simple aficionada al fútbol que te admira por todo aquello que le has hecho sentir. 

Un día, dijiste que querías ser recordado como buena persona, y así vas a ser recordado para siempre. Ahora, demuestra que eres, y sigues siendo, el mejor portero del mundo, y quien sabe si de todos los tiempos. Todas las historias tienen un final, y la tuya como jugador del Real Madrid, ha llegado a su fin. Pero yo al menos, jamás podré olvidar todo lo que me has hecho sentir en todos los años que has defendido la portería blanca, incluso por encima de ti. Gracias Capitán, gracias eternas.  


domingo, 5 de julio de 2015

Adiós...

Ni siquiera sé como empezar esta carta. Es probable que tú y yo ya nos hayamos dicho todo, y ni siquiera sea necesaria. Pero una parte de mi me dice que tengo que escribirte esto. Lo más seguro es que no leas nunca esta carta, pero ''nunca'' es una palabra demasiado fuerte como para emplearla en estos casos.

Lo fuiste todo para mi. Mi ejemplo, mi apoyo, mi espejo. En ti veía reflejada, hace no tanto tiempo, la vida que yo quería vivir. Sí, quería ser igual que tú. Quería tener tu pelo, tu risa, tu mirada; quería estudiar la misma carrera que tú. Quería que mi ropa fuese igual a la tuya, y salir con mis amigas igual que lo hacías tú. Imaginaba mi futuro contigo a mi lado, ¿sabes? Pensé que el primer día que pisara una discoteca, tú estarías ahí conmigo, justo a mi lado, intentando protegerme, como si nada malo pudiera ocurrirme. Lo fuiste todo para mi. Un todo que ahora mismo veo convertido en un nada. Quizás durante estos años, haya albergado una mínima esperanza de que todo volviera a la normalidad, de que todo lo que ocurrió se viera convertido en cenizas. Pero ahora... Me cansé de esperar. Simplemente veo que ya es hora de caminar sin tener la presión de estar esperándote. Porque sí, ambas hemos crecido, pero tú... Te alejaste de mi.

Te prometo, desde lo más profundo de mi, que a pesar de todo, esa niña que hace tiempo fui, seguiría contigo, pasara lo que pasara, siempre. ''Siempre'', odio esa palabra. No creo en los ''para siempre'', y quizás me lo enseñaste tú. Contigo, esa palabra habría funcionado a la perfección. Sin embargo, perdí la ilusión y la esperanza en personas como tú. En alguien al que yo le daba todo, y que pensaba que me lo daba a mi también. Un buen día, no supe nada más de ti. Desapareciste, te escondiste de mi, y me destrozaste por dentro. Pocas personas se dieron cuenta de ello, podría decir que ninguna. Lo ocultaba bien. ¿Y sabes por qué no expresaba lo que sentía? Porque simplemente, no te lo mereces. Y si te lo mereces, no me lo has demostrado.

Por causas ajenas completamente a mi, me dejaste de lado, te fuiste sin más. Pasaste a ser el todo de aquella niña que un día fui, para convertirte en un vago recuerdo. Un recuerdo que aún dolía, hasta hoy. Ha llegado el momento de decir adiós. Quizás no un ''adiós'' a ti como persona, sino un ''adiós'' a lo que fuimos hace no tanto tiempo, aunque tú probablemente ya lo habrás olvidado. Y si no lo hiciste, te ruego que no me busques más. No busques en  la relación que tuvimos en el pasado, porque a partir de ahora solo será un bonito recuerdo, que ya no va a doler nunca más. Me hiciste daño, mucho. No solo a mi, sino también a gente muy importante para mi. Te fuiste dejando huella, marcando nuestras vidas. Te fuiste, y yo pensé que regresarías de nuevo, a mi lado. Sin embargo, no lo hiciste.

Ahora, yo me compro mi propia ropa; yo elijo mi carrera, que por suerte, o por desgracia, no es igual que la que tú escogiste. Sí, ya he entrado en una discoteca, y tú no estabas ahí para cuidarme. Tampoco lo estarás para regañarme si me ves paseando de la mano con un chico, tú me entiendes. Porque tú y yo teníamos un código especial, algo que la vida nos había brindado, por el simple hecho de haber crecido de la mano. Pero en realidad, tengo que darle gracias al destino por haberte alejado de mi a tiempo. Probablemente ahora, no duela tanto. O quizás sí, pero ya no.

Me encantaría terminar esta carta, diciéndote lo mucho que te quiero, pero estaría mintiendo. Para mi, solo eres una persona más, alguien que ya no significa nada. No te preocupes, no te guardo ningún rencor. Viviremos vidas separas a partir de este instante, y tan solo nos unirá esa niña que vivía por y para que tú la mirases con ojos orgullosos. Y siempre nos quedará eso, un pasado que debería formar parte de nuestro futuro, pero que tú decidiste cambiarlo. No sufras, no te culpo por ello. Quizás sea la vida, el destino, ¡vete tú a saber!

Te deseo suerte en la vida, y lo hago de corazón, tan sincero como mi sentimiento más profundo. Vas a tener un hueco en mi memoria, aunque te prometo que solo serás eso, un recuerdo que poco a poco se diluirá, hasta convertirse en cenizas.

Lo siento, de verdad que lo siento, pero la última palabra sincera que oirás de mis labios será un triste y sincero ''adiós''.

domingo, 28 de junio de 2015

Miedo a crecer

Desde hace unas semanas, he comenzado a plantearme seriamente mi futuro. En realidad, siempre lo he tenido relativamente claro. Sé que carrera quiero estudiar, y sé también que para ello, tengo que irme de mi ciudad. Esto era muy sencillo cuando era pequeña, o incluso hace apenas un año. Era divertido, emocionante pensar en la cantidad de cosas que podría hacer cuando mamá y papá no estuvieran las veinticuatro horas del día conmigo. Pero ahora, me he dado cuenta de que las cosas no son tan fáciles como yo me las planteaba. Cuando me vaya, dejaré tras de mi, miles de recuerdos, miles de anécdotas, dejaré una vida. Porque sí, podré volver cuantas veces quieras, seguiré manteniendo el contacto con mis amigos, con mi familia... Pero cuando te ves en esta situación, no es tan sencillo como se puede ver desde fuera. Irse significa irse, aunque puedas volver. 

Hoy, he salido a dar un paseo con mi familia. Nada fuera de lo común, un helado en la mano, y caminar por los alrededores de la playa. Y mientras caminaba, no he podido evitar pensar en lo que vendrá dentro de aproximadamente un año. Me he dado cuenta que esos paseos se verán reducidos, que las risas en familia se esfumarán, al menos en la gran mayoría del tiempo. Me he dado cuenta que, cuando me vaya, todo seguirá igual, solo que yo no estaré aquí para verlo. Lo sé, sé que allá donde vaya seré feliz. Sé que conoceré a gente nueva, a mis amigos, probablemente a mi pareja. Pero tengo miedo. Tengo miedo de enfrentarme a todo esto en un sitio en el que no estén todas esas personas con las que discuto a diario. Cuando era pequeña, no había ni un solo día en el que no rezase porque llegara rápido el día de irme de mi casa para instalarme en una universidad. Lo veía tan lejano que ni siquiera pensé en las consecuencias que eso traería. Dejar el colegio era una de mis mayores ilusiones, quería enfrentarme a nuevos retos, lejos de todas esas personas que me habían acompañado a lo largo de toda mi vida. Pero ahora, cada vez que miro la fachada, veo toda mi vida reflejada allí. Todos los llantos, las risas, los enfados, los reencuentros, las despedidas, las reconciliaciones. Veo a todas esas personas que fueron mi todo, y ahora no son nada, y tantas otras personas que entraron en mi vida sin que me diera cuenta, y ahí siguen. O como esas pocas personas que han estado conmigo desde siempre, y que aún siguen haciéndolo. 

Y llega un momento en el que te cansas, y solo quieres correr hacia ese lugar en el que siempre te habías sentido protegida. Ese sitio donde ibas de pequeña con tus padres, y ahora vas sola. Ese lugar que guarda tus mayores secretos, aunque nadie más se de cuenta de ello. Y es allí donde tratas de encontrar la solución a todo esto que te pasa. 

Decía Walt Disney que los sueños hay que perseguirlos. Supongo que eso incluye todo lo que tienes que dejar atrás. Dejar atrás tu casa, tus peluches, tus recuerdos. Esos paseos por la playa, ese camino hacia el estadio de fútbol con mi padre, cada abrazo con cada gol, cada sentimiento vivido en esos lugares. Esos lugares que te han visto crecer, que nunca pensaste que abandonarías; en los que te sientes protegida porque simplemente son tu casa. Esas calles que atravesaste siendo apenas un bebé, y que poco a poco te han visto hacerte mayor. 

Sí, tengo miedo. Tengo miedo de olvidarme de quien soy ahora, y de quien llevo siendo desde pequeña. Tengo tanto pavor, que a veces me replanteo todo aquello que llevo soñando durante toda una vida, porque sé que para eso, tengo que dejarlo todo atrás. Supongo que eso significa hacerse mayor, comenzar a caminar sola hacia algún lugar, aunque no sepas el destino concreto. Caminar con un rumbo claro, pero sin saber donde está el final. 
Probablemente a todos en algún momento nos gustaría ser como Peter Pan, alejarnos de la realidad que se nos avecina, y vivir en un sueño en el que tu vida no tiene problemas. Todo es fácil, seguro, claro. Pero todos sabemos que llega el momento de crecer, aunque nos de miedo; llega el momento de enfrentarte a todas las situaciones que siempre viste tan lejanas. 

Y aunque ahora las lágrimas invadan mis ojos, sé que ese momento está llegando a mi vida. 

jueves, 25 de junio de 2015

¿Quien soy?

Esta es una de las preguntas más difíciles, porque el número de respuestas es infinito. Y precisamente el concepto que yo tengo de esa palabra (infinito), sea lo primero que debes conocer de mi. Simplemente, no creo en ellos. No creo que haya algo que no tenga final.

Probablemente hacer esto es lo que más feliz me hace en el mundo, porque consigue que me sienta bien conmigo misma, aunque solo sea a través de las teclas de un ordenador, o con un bolígrafo y una hoja en blanco. Esa mi particular manera de evadirme de la realidad, sin molestar a nadie más.

Podría decirse que soy un proyecto de periodista desde que tengo cinco o seis años, y decidí seguir el ejemplo de mi abuelo. Ahí comenzó todo, un día, en su casa. A partir de entonces supe que esto sería mi vida, y que lucharía cada día por llegar a ser la mitad de lo que era él. Y aquí estoy hoy, sentada en esta mesa, frente a mi ordenador, persiguiendo ese sueño doce años después. El camino es duro pero, aunque a veces no lo parezca, soy fuerte para continuar. Y si no lo soy, al menos intentaré con todas mis fuerzas llegar a mi objetivo, sean cuales sean las dificultades.

Sé que tengo mucho que cambiar y muchísimo que aprender. Pero lo que me sobran son ganas.

Puede que estés pensando que hago para llegar a ser una escritora de éxito y... ¡Claro que quiero serlo! ¿Quién no? Pero no es mi único objetivo. Si a ti, que estás leyendo esto, he logrado sacarte al menos una sonrisa con lo que escribo, es más que suficiente. Eso es lo que cumple mi sueño: la existencia de alguien como tú, que me lee, y que valora lo que hago. Porque tú, eres mucho más importante que millones de personas juntas.