¿Quién soy?

miércoles, 2 de septiembre de 2015

¿Llegará? Llegará.

- Estefanía, despierta, ¡rápido!

- Ay mamá - protesté. - ¡Déjame, aún sigo de vacaciones, tengo derecho a seguir durmiendo!

- Ya lo sé hija, pero te están llamando al teléfono de casa. Dice que es una amiga tuya, y que es muy importante que le respondas.

- ¿Pero no te ha dicho quien es?

- Que no pesada. - Respondió harta de mi mal despertar. - Coge el teléfono ahora mismo.


No me podía creer que alguien llamase a las nueve y media de la mañana en un día de vacaciones. ¿Pero era normal? Odiaba levantarme por las mañanas, pero más aún si era tan temprano (sí, para mi, esa hora es realmente temprana en verano). Lo único que esperaba era que no fuese una tontería, porque entonces... Entonces esa persona tendría un problema. ¿Quién me llamaría, y por qué sería tan urgente? En realidad, hacerme esa pregunta era algo inútil. Estaba demasiado adormilada como para poder responder. Y mi desconcierto aumentó aún más cuando vi que no conocía el número que llamaba.


- ¿Quién es? - pregunté desconcertada, y con los ojos entrecerrados a la vez.

- Fany, a ver como te explico esto. No me cogías el móvil, así que he tenido que conseguir tu número de casa. - Dejé a aquella chica continuar su explicación, pero seguía sin saber de quien se trataba. Pronto lo descubriría. - Siento haberte despertado, se como lo odias, pero créeme, merecerá la pena. En menos de una hora, Fany. En menos de una hora, estaré allí contigo.

- Pues muy bien. - Contesté con mi mal carácter característico de por las mañanas. - ¿Y se puede saber quien eres, y por qué me cuentas todo esto?

- Se nota que sigues dormida... ¿De verdad no sabes quien soy?

- No, pe... - Algo dentro de mi se dio cuenta de quien era aquella muchacha que me hablaba con tanta ilusión. Mis ojos se llenaron de lágrimas al instante. - No puede ser...

- Sí, sí puede ser. Salí de mi casa con mi madre a las seis de la mañana. Estamos a menos de una hora. - Me contestó con una carcajada. Estaba segura de que su sonrisa sería inmensa, tan preciosa como siempre.

- Pero...

- Ve a arreglarte, no quiero que llegues tarde. Cuarenta y cinco minutos, ese es el tiempo que tienes. Te espero en la playa. Escalera número trece. A las diez y cuarto.


Y colgó el teléfono. No podía ser real y, sin embargo, estaba completamente segura de que lo era. Le conté rápidamente a mi madre quien me había llamado, aunque no entendió ni una sola palabra. Me metí en la ducha, y en menos de cinco minutos, ya estaba secándome el pelo.

Supongo que os preguntaréis si logré calmarme. No, no lo logré. Vivía en una pequeña nube de la que no quería bajar. No sabía nada. Ni cuanto tiempo estaría, ni si podría enseñarle la ciudad. ¿Cómo iba a saberlo? Fue una llamada tan rápida, tan extraña... Pero me hacía tan feliz, que ni siquiera era capaz de dejar de temblar. ¡Maquillarme fue una completa aventura! Pero lo conseguí, y cuando me vestí con la mejor ropa que tenía, bajé a la calle. No tenía ni idea del tiempo que hacía pero, aún arriesgándome a tener frío (algo muy común aquí, en Asturias), bajé con pantalones cortos.y mi blusa favorita. Si me hubiesen preguntado, no podría describir lo que sentía dentro de mi. Y simplemente, me salió correr. Corrí como nunca lo había hecho. Por primera vez, llegué pronto a mi encuentro con alguien. Mientras tanto, las emociones iban y venían. Parecía que tenía un tornado dentro de mi, que ni siquiera respirar me dejaba.

«¡Por fin! - Pensé. - Se acabó el sufrimiento. Lo conseguimos. Hemos llegado a nuestra meta, a nuestro objetivo. Lo siento distancia, te hemos ganado la batalla.»



- ¡Fany! - escuché que gritaban a mi alrededor.


Miré por todas partes, y entonces... Allí estaba ella. Corriendo hacia mi, rompiendo los últimos metros que nos distanciaban. Los últimos metros que nos dejaban disfrutar de nuestra amistad como nos merecíamos.

- ¡Alicia! - Respondí.
Cuando a penas nos separaba medio metro, cuando ya iba a abrazarla, cuando la iba a tener conmigo después de tanto tiempo deseándolo, desapareció sin dejar rastro.


Y entonces, me desperté. Al segundo, las lágrimas corrían por mis mejillas, sin entender que había pasado. Sin embargo, lo comprendí al instante.


« Todo fue un sueño. - Me dije. - O una gran pesadilla.»

Fue en ese preciso momento, donde me pregunté, secando con el reverso de las mangas de mi camiseta las gotas de agua que salían de mis ojos, si llegaría el momento en el que ese sueño, fuese realidad.




« Llegará. - Respondí. - Costará mucho, y probablemente sufriremos, pero llegará.»