¿Quién soy?

domingo, 28 de junio de 2015

Miedo a crecer

Desde hace unas semanas, he comenzado a plantearme seriamente mi futuro. En realidad, siempre lo he tenido relativamente claro. Sé que carrera quiero estudiar, y sé también que para ello, tengo que irme de mi ciudad. Esto era muy sencillo cuando era pequeña, o incluso hace apenas un año. Era divertido, emocionante pensar en la cantidad de cosas que podría hacer cuando mamá y papá no estuvieran las veinticuatro horas del día conmigo. Pero ahora, me he dado cuenta de que las cosas no son tan fáciles como yo me las planteaba. Cuando me vaya, dejaré tras de mi, miles de recuerdos, miles de anécdotas, dejaré una vida. Porque sí, podré volver cuantas veces quieras, seguiré manteniendo el contacto con mis amigos, con mi familia... Pero cuando te ves en esta situación, no es tan sencillo como se puede ver desde fuera. Irse significa irse, aunque puedas volver. 

Hoy, he salido a dar un paseo con mi familia. Nada fuera de lo común, un helado en la mano, y caminar por los alrededores de la playa. Y mientras caminaba, no he podido evitar pensar en lo que vendrá dentro de aproximadamente un año. Me he dado cuenta que esos paseos se verán reducidos, que las risas en familia se esfumarán, al menos en la gran mayoría del tiempo. Me he dado cuenta que, cuando me vaya, todo seguirá igual, solo que yo no estaré aquí para verlo. Lo sé, sé que allá donde vaya seré feliz. Sé que conoceré a gente nueva, a mis amigos, probablemente a mi pareja. Pero tengo miedo. Tengo miedo de enfrentarme a todo esto en un sitio en el que no estén todas esas personas con las que discuto a diario. Cuando era pequeña, no había ni un solo día en el que no rezase porque llegara rápido el día de irme de mi casa para instalarme en una universidad. Lo veía tan lejano que ni siquiera pensé en las consecuencias que eso traería. Dejar el colegio era una de mis mayores ilusiones, quería enfrentarme a nuevos retos, lejos de todas esas personas que me habían acompañado a lo largo de toda mi vida. Pero ahora, cada vez que miro la fachada, veo toda mi vida reflejada allí. Todos los llantos, las risas, los enfados, los reencuentros, las despedidas, las reconciliaciones. Veo a todas esas personas que fueron mi todo, y ahora no son nada, y tantas otras personas que entraron en mi vida sin que me diera cuenta, y ahí siguen. O como esas pocas personas que han estado conmigo desde siempre, y que aún siguen haciéndolo. 

Y llega un momento en el que te cansas, y solo quieres correr hacia ese lugar en el que siempre te habías sentido protegida. Ese sitio donde ibas de pequeña con tus padres, y ahora vas sola. Ese lugar que guarda tus mayores secretos, aunque nadie más se de cuenta de ello. Y es allí donde tratas de encontrar la solución a todo esto que te pasa. 

Decía Walt Disney que los sueños hay que perseguirlos. Supongo que eso incluye todo lo que tienes que dejar atrás. Dejar atrás tu casa, tus peluches, tus recuerdos. Esos paseos por la playa, ese camino hacia el estadio de fútbol con mi padre, cada abrazo con cada gol, cada sentimiento vivido en esos lugares. Esos lugares que te han visto crecer, que nunca pensaste que abandonarías; en los que te sientes protegida porque simplemente son tu casa. Esas calles que atravesaste siendo apenas un bebé, y que poco a poco te han visto hacerte mayor. 

Sí, tengo miedo. Tengo miedo de olvidarme de quien soy ahora, y de quien llevo siendo desde pequeña. Tengo tanto pavor, que a veces me replanteo todo aquello que llevo soñando durante toda una vida, porque sé que para eso, tengo que dejarlo todo atrás. Supongo que eso significa hacerse mayor, comenzar a caminar sola hacia algún lugar, aunque no sepas el destino concreto. Caminar con un rumbo claro, pero sin saber donde está el final. 
Probablemente a todos en algún momento nos gustaría ser como Peter Pan, alejarnos de la realidad que se nos avecina, y vivir en un sueño en el que tu vida no tiene problemas. Todo es fácil, seguro, claro. Pero todos sabemos que llega el momento de crecer, aunque nos de miedo; llega el momento de enfrentarte a todas las situaciones que siempre viste tan lejanas. 

Y aunque ahora las lágrimas invadan mis ojos, sé que ese momento está llegando a mi vida. 

jueves, 25 de junio de 2015

¿Quien soy?

Esta es una de las preguntas más difíciles, porque el número de respuestas es infinito. Y precisamente el concepto que yo tengo de esa palabra (infinito), sea lo primero que debes conocer de mi. Simplemente, no creo en ellos. No creo que haya algo que no tenga final.

Probablemente hacer esto es lo que más feliz me hace en el mundo, porque consigue que me sienta bien conmigo misma, aunque solo sea a través de las teclas de un ordenador, o con un bolígrafo y una hoja en blanco. Esa mi particular manera de evadirme de la realidad, sin molestar a nadie más.

Podría decirse que soy un proyecto de periodista desde que tengo cinco o seis años, y decidí seguir el ejemplo de mi abuelo. Ahí comenzó todo, un día, en su casa. A partir de entonces supe que esto sería mi vida, y que lucharía cada día por llegar a ser la mitad de lo que era él. Y aquí estoy hoy, sentada en esta mesa, frente a mi ordenador, persiguiendo ese sueño doce años después. El camino es duro pero, aunque a veces no lo parezca, soy fuerte para continuar. Y si no lo soy, al menos intentaré con todas mis fuerzas llegar a mi objetivo, sean cuales sean las dificultades.

Sé que tengo mucho que cambiar y muchísimo que aprender. Pero lo que me sobran son ganas.

Puede que estés pensando que hago para llegar a ser una escritora de éxito y... ¡Claro que quiero serlo! ¿Quién no? Pero no es mi único objetivo. Si a ti, que estás leyendo esto, he logrado sacarte al menos una sonrisa con lo que escribo, es más que suficiente. Eso es lo que cumple mi sueño: la existencia de alguien como tú, que me lee, y que valora lo que hago. Porque tú, eres mucho más importante que millones de personas juntas.