¿Quién soy?

sábado, 11 de julio de 2015

Gracias Capitán.

Cuando hablan del Real Madrid, la primera imagen que se me viene a la cabeza, es la de Iker Casillas. Sus paradas, su llanto, su risa, su celebración... Para mi, él lleva dentro la historia y el sentimiento de este club. Una historia que hoy se separa, y quién sabe si en algún momento volverá a juntarse. Desde pequeña, he crecido con él en la portería, aprendiendo, poco a poco, a querer a este equipo, el club que tantas alegrías y penas me ha dado durante mis años de existencia. Sin embargo, Iker siempre estuvo en la portería, siempre fiel al equipo que también le vio crecer a él, llevando ese escudo en el pecho desde el año 1990. Ese mismo escudo que, a partir de hoy, no volverá a lucir en un terreno de juego, no al menos, en un futuro cercano. 
Jamás llegue a imaginarme este momento. El estar aquí, sentada frente a mi ordenador, escribiendo estas líneas para despedir al mejor portero del mundo, del club de su vida, del club de sus amores, y de mis amores también. Supuse que al final todo terminaría en nada, que seguiría viendo a mi ídolo con los mismos colores hasta el día que decidiese colgar los guantes. Sí, mi ídolo, mi referente. Esa persona que me hizo creer en la magia del fútbol, que me hizo llorar de emoción, que me hizo sentir los colores del Real Madrid y de la Selección española de fútbol. 

Hoy hace cinco años, todos aclamábamos su nombre, y llorábamos al verle levantar la copa del mundo, como capitán de la Selección. Hoy, se va de su club, o quizás no se vaya él, sino que le echan, no lo sé, eso es algo que probablemente nunca sabremos con total seguridad. El caso es que se va, y algunos no supieron valorar lo que era de verdad Iker Casillas. O a lo mejor sí lo supieron valorar, pero ahora opinan diferente, cada uno tiene un parecer diferente, y por tanto, hay que respetarlo. Pero me duele, me duele que mi ídolo se vaya del Madrid siendo, para muchos, sólo un portero más, y no el héroe que fue en muchas ocasiones. El Santo le llamaban, ¿recuerdan? 

Vayas donde vayas Iker, yo te sigo. Yo, y todos los que aún recordamos lo que nos has hecho sentir, y todo lo que, hasta hoy, has dado por el equipo de tu vida, de tus amores. No sé aún como voy a poder mirar hacia la portería blanca, sabiendo que tú ya no volverás a ocupar tu sitio. Ese lugar que lleva tu nombre por derecho, ese derecho que tú mismo te has ganado. Por tu esfuerzo, tu lucha... Por tu pasión por el club. 

Me hiciste llorar como un bebé con cada título que levantaste, con la ansiada Décima, con el Mundial, con las dos Eurocopas... Con tantas y tantas copas que tú levantaste. Sólo tú, el Capitán, mi eterno Capitán. Nos llevaste a lo más alto, y siento de verdad que haya personas que no han sabido agradecértelo como tú, y solo tú te merecías. 

Un gracias se queda corto, pero no encuentro otra palabra que describa mejor el sentimiento que ahora mismo tengo dentro de mi. Un sentimiento de gratitud, tristeza, añoranza y nostalgia es lo que siento. Será duro no tenerte en la portería, y será realmente complicado verte vestir otros colores. Pero ya sea aquí, allí, o en cualquier lugar del universo, aquí tendrás a una simple aficionada al fútbol que te admira por todo aquello que le has hecho sentir. 

Un día, dijiste que querías ser recordado como buena persona, y así vas a ser recordado para siempre. Ahora, demuestra que eres, y sigues siendo, el mejor portero del mundo, y quien sabe si de todos los tiempos. Todas las historias tienen un final, y la tuya como jugador del Real Madrid, ha llegado a su fin. Pero yo al menos, jamás podré olvidar todo lo que me has hecho sentir en todos los años que has defendido la portería blanca, incluso por encima de ti. Gracias Capitán, gracias eternas.  


domingo, 5 de julio de 2015

Adiós...

Ni siquiera sé como empezar esta carta. Es probable que tú y yo ya nos hayamos dicho todo, y ni siquiera sea necesaria. Pero una parte de mi me dice que tengo que escribirte esto. Lo más seguro es que no leas nunca esta carta, pero ''nunca'' es una palabra demasiado fuerte como para emplearla en estos casos.

Lo fuiste todo para mi. Mi ejemplo, mi apoyo, mi espejo. En ti veía reflejada, hace no tanto tiempo, la vida que yo quería vivir. Sí, quería ser igual que tú. Quería tener tu pelo, tu risa, tu mirada; quería estudiar la misma carrera que tú. Quería que mi ropa fuese igual a la tuya, y salir con mis amigas igual que lo hacías tú. Imaginaba mi futuro contigo a mi lado, ¿sabes? Pensé que el primer día que pisara una discoteca, tú estarías ahí conmigo, justo a mi lado, intentando protegerme, como si nada malo pudiera ocurrirme. Lo fuiste todo para mi. Un todo que ahora mismo veo convertido en un nada. Quizás durante estos años, haya albergado una mínima esperanza de que todo volviera a la normalidad, de que todo lo que ocurrió se viera convertido en cenizas. Pero ahora... Me cansé de esperar. Simplemente veo que ya es hora de caminar sin tener la presión de estar esperándote. Porque sí, ambas hemos crecido, pero tú... Te alejaste de mi.

Te prometo, desde lo más profundo de mi, que a pesar de todo, esa niña que hace tiempo fui, seguiría contigo, pasara lo que pasara, siempre. ''Siempre'', odio esa palabra. No creo en los ''para siempre'', y quizás me lo enseñaste tú. Contigo, esa palabra habría funcionado a la perfección. Sin embargo, perdí la ilusión y la esperanza en personas como tú. En alguien al que yo le daba todo, y que pensaba que me lo daba a mi también. Un buen día, no supe nada más de ti. Desapareciste, te escondiste de mi, y me destrozaste por dentro. Pocas personas se dieron cuenta de ello, podría decir que ninguna. Lo ocultaba bien. ¿Y sabes por qué no expresaba lo que sentía? Porque simplemente, no te lo mereces. Y si te lo mereces, no me lo has demostrado.

Por causas ajenas completamente a mi, me dejaste de lado, te fuiste sin más. Pasaste a ser el todo de aquella niña que un día fui, para convertirte en un vago recuerdo. Un recuerdo que aún dolía, hasta hoy. Ha llegado el momento de decir adiós. Quizás no un ''adiós'' a ti como persona, sino un ''adiós'' a lo que fuimos hace no tanto tiempo, aunque tú probablemente ya lo habrás olvidado. Y si no lo hiciste, te ruego que no me busques más. No busques en  la relación que tuvimos en el pasado, porque a partir de ahora solo será un bonito recuerdo, que ya no va a doler nunca más. Me hiciste daño, mucho. No solo a mi, sino también a gente muy importante para mi. Te fuiste dejando huella, marcando nuestras vidas. Te fuiste, y yo pensé que regresarías de nuevo, a mi lado. Sin embargo, no lo hiciste.

Ahora, yo me compro mi propia ropa; yo elijo mi carrera, que por suerte, o por desgracia, no es igual que la que tú escogiste. Sí, ya he entrado en una discoteca, y tú no estabas ahí para cuidarme. Tampoco lo estarás para regañarme si me ves paseando de la mano con un chico, tú me entiendes. Porque tú y yo teníamos un código especial, algo que la vida nos había brindado, por el simple hecho de haber crecido de la mano. Pero en realidad, tengo que darle gracias al destino por haberte alejado de mi a tiempo. Probablemente ahora, no duela tanto. O quizás sí, pero ya no.

Me encantaría terminar esta carta, diciéndote lo mucho que te quiero, pero estaría mintiendo. Para mi, solo eres una persona más, alguien que ya no significa nada. No te preocupes, no te guardo ningún rencor. Viviremos vidas separas a partir de este instante, y tan solo nos unirá esa niña que vivía por y para que tú la mirases con ojos orgullosos. Y siempre nos quedará eso, un pasado que debería formar parte de nuestro futuro, pero que tú decidiste cambiarlo. No sufras, no te culpo por ello. Quizás sea la vida, el destino, ¡vete tú a saber!

Te deseo suerte en la vida, y lo hago de corazón, tan sincero como mi sentimiento más profundo. Vas a tener un hueco en mi memoria, aunque te prometo que solo serás eso, un recuerdo que poco a poco se diluirá, hasta convertirse en cenizas.

Lo siento, de verdad que lo siento, pero la última palabra sincera que oirás de mis labios será un triste y sincero ''adiós''.